A fuego fuerte...

16.12.10

Freud y Alf

-Deberíamos comprar papel, ¿no crees?
-No, yo no creo en nada. 
-Bueno, pero deberíamos.
-No, yo no debo nada.
-Ok, pero...
-Pero nada. 
-Creo que hoy estas un poco negativo. Dejémoslo ahí, Freud.
-¿Sabes? A veces creo que estoy en negativo. como una película sin revelar. después me digo... espera, ¿por qué me llamaste Freud?
-Debo denominarte de algún modo. siceramente no tengo idea porque Freud. 
-Bien, entonces yo te denominaré Alfa... no Alf, como el marciano.
Alf, o por lo menos a quien lo habían bautizado de esa forma aleatoria, aleatoriamente, escapó de aquel loco. Todo el mundo calculó que Alf no se llamaba Alf en realidad. Freud por su parte, Sacó una lata de paté, se la se la llevó a la boca y se la tragó con hierro y todo, sin disfrutar del relleno, sin imaginar que en la etiqueta, la fecha de expiación era tan negativa como su propio día.

13.12.10

Las putas palabras

Tal vez lo malo de la mentira, de la mentira absoluta, es que termina dejando a la verdad totalmente expuesta. Y lo malo de la verdad, la verdad absoluta, es que no deja de ser una mentira. ¿Dónde está el problema de todo esto me pregunto? ¿En la creencia del mal y del bien? ¿O en el puto absolutismo? Tal vez en todas las putas palabras.

10.12.10

Circo Porteño. (una locura del 2007)

 -Sí, no sé, yo no entiendo mucho de esas cosa. -contestó el taxista de parche en el ojos que me llevaba-. Borge, yo no digo que no sea un bocho, pero me parece un laberinto chino. Un día traté de leer un libro del tipo y no entendí nada. A la tercera hoja lo cerré. A mí déjame con las historia de la Eroticón que me ponen cachondo. Y por supuesto, El Gráfico que me lo compro religiosamente. ¿De qué me dijo que estaba escribiendo?... ah, del imperio romano, el Coliseo y todo eso... Usté tendría y escribir de Buenos’aire, Del Buenos’aire de Gardel, de la calle. Ahí tá, tendría que escribir de mí, del Rafa Galli... ¿Agarro libertador?... No, en serio; yo, acá arriba, veo cada cosa... es de novela. Y a la noche... puf,  ni le cuento. Y en la cancha... usté tiene que ir a la cancha. ¿Va a la cancha?... Ah, yo sí, no falto ni un partido. Fulbo de primera lo miro a vece porque no me gusta; siempre lo mismo: River-Boca, Boca-River; todo los campeonato son para lo equipo grande; te discuten todo los orsay, los penale. A parte ver la tele hace mal, idiotiza. Lo único que miro, ya le digo, es fulbo de primera, a veces, Crónica a la mañana, y Tinelli un rato ante de irme a dormir... ¡Pelotudo, de dónde salistes!... La gente anda loca, loca. No se fijan por dónde camina... ¿qué le decía? Ah, sí, qué tanto Julio César, pan y circo. Mire, no hace falta irse tan lejos. Ya tengo el título, “Circo Porteño”, en vez de circo romano. Con el circo que tenemos acá: Yosapas, mago, malabarista en lo semáforo, putas, putos, lióne, gorila, piquetero, Memen. Mire si no tenemo circo... Dale, padre ¿Qué estás haciendo, limándotes las uña? Cómo tardan para arrancar... cada día peor. Ya le digo, este íspa se va a la mierda. El otro día... uh, mirá esas teta...
¡Cuidado!
El taxi chocó contra un colectivo de la línea 60. La trompa del Peugeot 504 quedó incrustada en la cola del colectivo. Mi cabeza chocó contra el respaldo del asiento delantero y reboté. No me desnuqué  de casualidad. Rafael Galli bajó dejando la puerta abierta. Miró el capó abollado, se tomó la cabeza, levantó las manos a Dios. Insultó. Introdujo medio cuerpo en el auto y buscó bajo el asiento. Salió otra vez con una llave francesa de treinta centímetros de largo. Yo en ningún momento atiné a salir; todavía estaba conmocionado por el choque.
Quien manejaba el colectivo era una joven, bonita y rubia. En la colisión, se golpeó la cabeza contra el volante y se produjo una herida en la frente. La sangre brotaba y resbalaba por su cara, manchando la camisa celeste y la minifalda a cuadros. Llevaba un palo, ese que usan los choferes para medir las gomas.
Rafael, al verla parada ahí esperándolo, se detuvo en seco.
-Ah, bueno, tenía que ser mujer. Qué castigo, Dios.
La rubia ensangrentada no dice palabra; comienza a acercársele con paso firme.
-Tendría que romperte todo lo dientes. Mirá lo que me hicistes. Digo, por qué no se quedan donde tienen que estar.
La rubia sigue avanzando con paso sensual, meneando sus caderas, hasta quedar nariz con nariz con el Rafa.
–Mirá lo que te hicistes en la cara, Angelito de Dios. Si te hubieras quedado lavando lo...
Rafael Galli sintió un cabezazo duro y pegajoso en el lado del ojo en funcionamiento. Cayó al suelo. Se tomó la cara, se revolcó, escupió una lágrima que secó velozmente. Se levantó y se limpió la mancha de sangre ajena con el pañuelo blanco.
-Son todas iguale. Le decí la verdad y pegan. Tendría que bajarte lo dientes de un sopapo ¿sabé? pero no le voy a pegar a una mina...
El palazo en la pierna volvió a derribarlo. Cayó con todo el peso de su cuerpo. Un grito salió de entre sus bigotes. Retuvo el llanto ante los pasajeros que miraban por las ventanillas del 60, ante los que comenzaban a juntarse y ante mí, que seguía mirando desde el taxi.
-Ay, la puta madre, me rompistes la pata.
El pie de la rubia se posó en la barriga movediza. Presionó un poco.
-¡Qué país, Dios! La concha de Memen, de Perón y de Evita...
La rubia apagó con la punta de sus zapatos un cigarro inexistente en la panza del gordo.
-Del voto femenino y la re-concha de tu madre. Pará que duele.
Aflojó la presión. Sacó el pie. Rafael tardó un rato en levantarse. Desde la distancia en que me encontraba, ya podía verle las venas de la frente, hinchadas. Jadeante, sacó nuevamente el pañuelo y se lo pasó por la cara para enjugarse el sudor. Luego por la boca, para limpiarse la baba. Después, sacó el peine y se reacomodó el pelo. Miró a la gente expectante. Miró a la colectivera que aún sangraba.
-Si toda esta gente fuera a ver a Almagro... Tomá, limpiáte eso.
Le extendió el pañuelo. La chica lo recibió y se lo pasó por la cara. Después presionó sobre la herida.
-¿Qué miran? ¿Nunca vieron a un tachero y un bondi peleando? Qué país. Y después se quejan que no hay laburo. Y vo ¿cómo vas a frenar así, corazón? ¿No te enseñaron nada en la escuela de manejo? ¿Quién mierda te dio el registro?
-¡Gordo, estaba el semáforo en rojo!- Gritó un enano de por ahí.
-Vo qué mierda te metés.
-Sacáte el parche para andar. –Gritó otro.
-Calláte vo también. Bueno, tomátelas, piba. Dale, volá ante de que...
-¿Antes de qué?.
-Mirá, que no tengo un buen día, no me jodás porque voy a terminar...
Otro palazo. Esta vez la boca del estómago. Sonó un ahogado “BUU”. Cayó de rodillas. La gente vitorea, está sedienta de sangre. Yo no puedo dejar de sentir, como en carne propia, los golpes que recibe mi taxista.
Muy lentamente Rafael recupera el oxígeno. Vuelve a ponerse de pie. Busca su pañuelo en el bolsillo trasero de su pantalón pero sólo haya los dientes del peine. El pañuelo está tirado en el piso, rojo y arrugado.
-Ahora te vas a subir a esa porquería negra amarilla y te vas calladito ¿entendiste?
-Mirá pendeja... cuando vo tenga... los año que tengo en la calle... me hablás de... igual a igual... ‘tamo. Acá tené... que respetar a los mayore...
Palazo en las costillas. Rafael se toma el costado. Esta vez no cae. Se retuerce, gime, maldice.
-Dale, subíte y andáte, tuertito, que me das lástima.
Por el parche pirata pasa un reflejo de luz, desde el sector izquierdo inferior, subiendo en diagonal hasta la punta opuesta.
Rafael se da media vuelta, recoge la llave francesa y hace un paso hacia su auto. La rubia sonríe. Rafael gira ciento ochenta grados y tira un golpe que pega contra los dientes de la colectivera. Un chorro de sangre y dos dientes salen impulsados desde la boca. La gente ovaciona. Se forma un impenetrable semicículo desde la punta del colectivo hasta la cola del taxi. Bajo la ventanilla para observar mejor el espectáculo. Agito el brazo y grito.
La rubia se limpia el labio con la manga de su camisa. Ataca. Un palazo a la cabeza del contrincante que lo bloquea con la llave. Rafael empuja con la planta del pie a la rubia, quien aterriza sentada en el pavimento. Ahora es la francesa la que tiene como destino una cabeza, y es el palo el que bloquea. La mujer tira una zancadilla. Los tobillos del gordo trastabillan y éste se derrumba. La gente eufórica se divide en dos: los que alientan con “bondi, bondi” y los que lo hacen con “tacho, tacho”.
¡Rafa, Rafa!
La chofer del colectivo se tira encima del taxista. Se sienta sobre su pecho. Con las rodillas aplasta los brazos del oponente. Está tratando de ahorcarlo con sus manos humectadas con crema. Rafa busca zafarse. Su cara comienza a ponerse morada. Con alguna contorsionada maniobra, invierte la situación, y ahora es la rubia quien está abajo, sufriendo el sobrepeso del Rafa, con la diferencia que tiene una mano libre, que se encarga de arañarle el rostro; el esmalte se mezcla con la sangre. Galli entierra ojos con sus dedos. Hasta que una rodilla femenina rompe una entrepierna masculina.
Los hombres que miramos lanzamos un “¡uh!”: inevitable dolor ajeno.
Se levantaron y pelearon parados. Yo festejaba cada golpe, cada intento de un gladiador por matar al otro. Desde arriba del colectivo, los espectadores rompían sus diarios y revistas para hacer papelitos y arrojarlos.
EL palo y la llave se cruzaron. Todos los músculos pectorales del Rafa Galli se inflaron. La rubia se mordía el labio inferior. La francesa voló por el aire; Galli quedó desarmado. Ahora se miden mutuamente, giran en círculo y buscan el momento oportuno para atacar. La rubia tira un golpe, el Rafa lo esquiva y se abalanza hacia ella. La empuja y la lleva hasta el colectivo. La mano lleva una y otra vez, contra la pared del automotor, a la muñeca que sostiene fuertemente. Golpe a golpe, la mujer termina dejando caer el palo. Ahora el Rafa la abraza por el cuello. Está indefensa. Gime de dolor y cansancio. Galli mira al público; todos hacen gesto con el puño y el pulgar y aturden con “muere, muere”. Busca mis ojos con los suyo. Aún no he dictado veredicto. Levanto el puño, lo giro.
¡Qué hago!
Las vértebra tocan la melodía de la muerte en un solo movimiento.
Marcha atrás, primera, esquiva el bulto, segunda, tercera, cuarta. Por el espejo retrovisor, veo el ojo vivo con pequeños cortes cercanos a él, enfrentando mi visión. Veo el sudor y la nariz con sangre que ya coagula.
-Por Libertador me dijo ¿no?     

7.12.10

Fracción de payada

 

 Gómez antes de confesar sus faltas ante el camisario, se excusa.

 -Hoy a la madrugada
Me di cuenta en un sueño
Que ya siquiera soy dueño
De lo que llaman honor...
-La pucha, que hace calor
¿Este pueblo es caribeño?-.

Y bañado en su sudor,
Desabrochó su camisa
Pa' sentir alguna brisa
Que calmara ese tambor,
Que en su pecho Tronador
Sonaba sin son y a prisa.

Luego como en su casa,
viendo que el fervor seguía,
con completa normalía
sacóse sus alpargatas
dejando a luz sus patas
repletas de Vellerías.

se sintió un poco aliviado,
se tronó juerte los dedos,
ya dispuesto al cacareo
miró al comisario fijo
y esto jue lo que le dijo,
filosofando el enredo:

-Yo sè que p'algunas cosas
soy hombre que se da maña,
mas no soy como una araña
que teje esperando presa.
Usté sabe mi cabeza
se parece a una maraña.

Y trabaja sin pensar
como lo hacen los güeyes,
si usté la azota obedece
mas no le saque el arado
y le muestre el colorado
porque enseguida enjurece.

Es así como me vi
libre como un conejo,
y si de algo me quejo
es de mi ser chismoso,
y cuando me caigo a un pozo
en vez de salir me alejo.

Me alejo siempre pa'l jondo
aunque tuviera escalera;
escarbo como si juera
una pequeña lombriz,
meto siempre la nariz
que es grandota y julera.