Tomé el rifle. Cargué las municiones. Esperé. Esperé. Esperé. A veces las esperas se hacen interminables. Esta no fue el caso. Apuntar es lo más fácil del proceso, así que apunté. Cerré un ojo, el derecho. Miré a través de la mira con el izquierdo. Supuse que los caños del rifle trazaban una línea recta con los ojos del venado, que comía alguna planta del bosque. Yo pienso que esa alerta pacífica que ellos tienen no la pueden tener los seres humanos. Ellos comen en silencio, observando, casi esperando el peligro. Nosotros esperamos en silencio seguros de un tiro.
Y mientras meditaba todo eso, a Dios se le ocurrió que era mejor que la bala no llegue al destino que yo pretendía.
Gatillar es cuestión de no pensar sino en uno. Gatillar, saber que alguien o algo se va a morir. Gatillar es cuestión de no encontrarse con un remordimiento.
Y como decía, El ser humano espera. Sólo esperaba que la bala matara a un venado. Sólo esperaba que el remordimiento, la culpa o como quieran llamarlo, no llegara a mi cabeza, como una bala le llega a un bicho que tranquilamente como su pasto y no advierte mi camuflaje.
El resto, si esos cuernos posan sobre mi chimenea, si he saboreado carne asada, o simplemente he errado un tiro, ya casi no me importa.
Y mientras meditaba todo eso, a Dios se le ocurrió que era mejor que la bala no llegue al destino que yo pretendía.
Gatillar es cuestión de no pensar sino en uno. Gatillar, saber que alguien o algo se va a morir. Gatillar es cuestión de no encontrarse con un remordimiento.
Y como decía, El ser humano espera. Sólo esperaba que la bala matara a un venado. Sólo esperaba que el remordimiento, la culpa o como quieran llamarlo, no llegara a mi cabeza, como una bala le llega a un bicho que tranquilamente como su pasto y no advierte mi camuflaje.
El resto, si esos cuernos posan sobre mi chimenea, si he saboreado carne asada, o simplemente he errado un tiro, ya casi no me importa.