A fuego fuerte...

27.9.10

Cacería de venados

      Tomé el rifle. Cargué las municiones. Esperé. Esperé. Esperé. A veces las esperas se hacen interminables. Esta no fue el caso. Apuntar es lo más fácil del proceso, así que apunté. Cerré un ojo, el derecho. Miré a través de la mira con el izquierdo. Supuse que los caños del rifle trazaban una línea recta con los ojos del venado, que comía alguna planta del bosque. Yo pienso que esa alerta pacífica que ellos tienen no la pueden tener los seres humanos. Ellos comen en silencio, observando, casi esperando el peligro. Nosotros esperamos en silencio seguros de un tiro.
       Y mientras meditaba todo eso, a Dios se le ocurrió que era mejor que la bala no llegue al destino que yo pretendía.
       Gatillar es cuestión de no pensar sino en uno. Gatillar, saber que alguien o algo se va a morir. Gatillar es cuestión de no encontrarse con un remordimiento.    
       Y como decía, El ser humano espera. Sólo esperaba que la bala matara a un venado. Sólo esperaba que el remordimiento, la culpa o como quieran llamarlo, no llegara a mi cabeza, como una bala le llega a un bicho que tranquilamente como su pasto y no advierte mi camuflaje.
      El resto, si esos cuernos posan sobre mi chimenea, si he saboreado carne asada, o simplemente he errado un tiro, ya casi no me importa. 

22.9.10

Guiso de relatos con cuentos e historias

Cuentan que había una vez un contador que una vez contaba cuentos de cuentos que contaban un sólo cuento, contado de cuanta manera se podía contar en una vez. La historia, que se repetía a lo largo de la historia de las historias que históricamente repetían que se contaban, relataba los relatos de un relator relatado por un relator en el relato de los relatores de relatos. Anónimamte, se anonimatizó el anónimo que con ánimos de anonimar el anonimato, dejó implícito el nombre de un personje. Un personaje que representaba al representante de los personajes presentados como únicos representados en la representación de las representaciones. Con un principio que empieza empezado, incluso antes de empezar a empezar a empezarse ese empezado principio que empieza sin ninguna palabra empezada. Y a lo largo de la historia se va alargando largamente el alargado alargue de la historia alargandose en busca del buscado buscardor de largos alargamientos, poniendose más aburrido a cada abrurrimiento  del más aburrido aburridor de burros aburrimientos. Y finaliza después de que al fin finalizó el finalista el fino final del finado que sin  fin finaliza. No está la colorida prima aguda terminada en N  de color, y tampoco su tío, el color que usan los coloreadores para colorear algo rojo. Por lo tanto tampoco el tanteador de tan pocos, tantos no puede poder tantear poderosamente esa rima que los rimadores tantas veces pudieron  rimar. 

15.9.10

Cazador

Nada hubiera esperado ya de aquella tarde nublada y pesada que  moría, nada. Encendí un último Lucky Strike. Y,allí la  vi, con su pollera rosa, su carpeta. Me acerqué con sigilo, para que no sospechara nada. Choqué su carpeta para que cayera al suelo. Los bocetos formaron un otoño de hojas blancas aterrizando lentamente del árbol de la vida.
-Disculpa. No fue mi intención. Te ayudo.
Levantaba los papeles y los apilaba rápidamente unos tras otro en mi brazo. No tenía ninguna intención de sacar mi vista de sus curvas que se armaban mientras recogía sus trabajos junto a mí. El último dibujo lo tomamos cada uno de puntas opuestas. Y fue ahí cuando mis ojos se cruzaron por primera vez con los suyo. grises como el cielo de esa tarde. Nada de maquillaje que ensuciara su cara. Estaba seria. Ya le arrancaría una sonrisa. Conozco todos los trucos y trampas de la caza.
Solté mi punta y ella quedó con el boceto. Yo examiné los que había recogido.
-Mm, ¿dibujas?
-Sí. Es mi pasatiempo.
-Tienes dotes. Podrías ser una gran dibujante.
-Aún falta mucho para eso.
-¿Cómo te llamas?
-Marie.
-Marie ¿Eh? Lindo nombre.
Quedó callada.
-Me llamo Rob. A mí también me gusta dibujar.
-¿En serio?
-Sí. Pero no soy tan bueno como tú.
-Es cuestión de práctica. Así dice mi profesora.
-Ajá, es cuestión de práctica. Dime, Marie, ¿hace mucho que dibujas?
-Desde chiquita me gusta dibujar. Mi madre también dibuja.
-Ajá. Es hereditario.
Sonreí. Quedó callada.
-Hace calor.
-Sí, hace mucho calor.
-Me tomaría un helado ¿No quieres tomar un helado?
-No puedo, me tengo que ir.
-¿Qué gusto prefieres?
Sonreí. Me miró callada.
-Es sólo una pregunta.
-Chocolate.
-Mm, chocolate- Me pasé la lengua por los labios. Me miró callada. –Apuesto a que te encanta.
- Me encanta.
-A mí también. No por nada tengo esta barriga.
Sonrió.
-No estás tan gordo.
-No, no lo estoy. De chocolate entonces.
-No puedo.
-De acuerdo, de acuerdo. Tú te lo pierdes. Yo sólo quería disculparme por mi torpeza de haber tirado tus dibujos. Pero si no puedes...
-Está bien.
-Genial. Tomemos un helado de chocolate.

Hoy leí en el diario que los dibujos de Marie Anderson son extraños. Mezclan helados de chocolate en llamas. Días nublados con témpanos que se derriten. Parecen gritar pero no lo hacen. Hermosas esquinas que luego rompe vuelve a unir con cinta adhesiva. Trampas de osos puestas en la vereda.

13.9.10

Truco para acordarte de tu edad

Sé que en cualquier momento lo necesitaré. Hay momentos en que titubeo sobre qué edad tengo. Por suerte se me acaba de ocurrir un sistema que es infalible. Imaginate que estás frente a un maldito formulario que tenés que llenar. Hay un casillero que dice: EDAD. En ese momento se produce un cortocircuito en el céfalocalendario ¿y qué mierda de años tengo? ¿Ya pasó mi cumpleaños?... En fin ,esas preguntas que es mejor que nadie las escuche, ni siquiera vos.
El procedimiento es fácil. Más fácil que restarle tu año de nacimiento con el año actual. Si naciste en año para todos los años pares vas a tener un año par. Con lo cual aniquilás la mitad de los números. Si naciste en año impar, todos los años impares tendrás años par.
Entonces una vez adquirido esta simple ecuación. Uno se pregunta. ¿Qué edad tengo? 26, 27, 28 , 2 9. Nací en año par, estamos en año par, tengo años pares. 26 o 28... Bueno, sería hacerse el pendejo decir que tengo 26. tengo 28.
Si no recordás en que año naciste, o en que año estás. Si no sabés que números son pares... Bueno, lo siento... no hay nada que hacerle.
Si alguno se pregunta cómo es posible que me olvide mi edad, es porque entre tantos guisos, es difícil no perderse.   

2.9.10

Monos

    Ahora me doy cuenta cómo se influencian los monos unos a otros. Hasta tal punto llegan, que no escatiman en precios y crean. Crean un mundo que sólo ellos pueden apreciar. Toman las influencias de otros para crear su mundo. Monos, monos que inventan sus piojos. Monos que saltan e influyen a saltar a otros monos, con sus piojos y su indisimulado intento de pensar. A lo sumo crean pensamientos.
Desde los árboles, todos los monos ven lo mismo.

S/F


¡He! ¡Che! Escuchen todos; soy un mudo que grita. Con los ojos y oídos más grandes que un lobo. Escuchen, lean lo que este manco escribe con sus garfios que se clava cada vez que un mosquito le pica el pecho. Vean como su alma se achucharrada en cada cigarrillo. Como gime con el placer de una frígida. Cómo putea constantemente, cómo vomita en medio de su fiesta solitaria, dentro del bol de ensalada rusa. Y luego se lo come, lo digiere, lo caga y lo mea. Aprieta el botón del inodoro y todo se queda ahí, flotando. El inodoro está tapado. Tapada la gran boca que desemboca en el río de la Plata Contaminada, clones de peces tóxicos que va a ir a pescar luego con sus nervios y sus ansias, tirando líneas invisibles hasta para él. Y mientras se chupa un mate lavado, hirviente y largo, que le quema la lengua y el paladar, espera pescar ese pez que ya se comió su mierda. La carnada es una papa con mayonesa que sobró de la fiesta, un poco salpicada con la bilis que él mismo produjo. Les grita a los peces que muerdan el anzuelo. Después, en la noche cuando el pescado  hervido está en la mesa, se lo devora con espinas o sin ellas, sin masticarlo. Un solo bocado, como una boa, o como un sapo estirando la lengua en medio del silencio nocturno, cachando la presa, llevándola al estómago.
Escuchen su canción. Los versos tartamudos, afónicos, sin forma, sin rima, ni letra. Desesperadamente calmos, silenciosos, oblicuos, pendencieros.  
Admiren su pintura de naturaleza muerta, hecha por computadora. Una banana electrónica y machucada. Tan dulce pero color mierda. Apenas con tocarla se hace puré o diarrea. Naturaleza muerta. Dejo de ser un hombre en el momento, le doy paso al animal a mi cabeza pero entra el vegetal, la dulce banana electrónica, que medita un segundo y dice no.
Pero algo se quedó en mí. Unos ojos y una nariz y una sonrisa y un cabello, y algunos años menos. ¡La gran puta! Soy una zanahoria. Ahora una raíz que piensa.  Colorado como un tomate. Verde como un pepino. Un vegetal. Me arrugo como una lechuga. Un vegetal, ni más ni menos.
Pero algo ya quedó en esta hortaliza. Una cara y sobre todo una mirada, fundida con el aire y lo que está atrás de él. Unos ojos que aparecen delante de cada pared y cada cosa que veo, entrelazados, sin poder escapar.
Unas palabras que me han taladrado; motosierras sobre un tronco que lo cortan y no chilla. Un quebracho masoquista que disfruta de su tala. Por favor, pequeña motosierra, cortame, dejame ser otra cosa que no sea un vegetal. Que luego me tiren a la chimenea, que arda y el fuego me consuma. Que me consuma y sea un fénix, y que vuele.
Que la motosierra me corte las alas si quiere, porque el masoquismo sigue siendo mi esencia, y me quede manco pero no chille. Y que de las heridas surjan brazos y manos y dedos., mientras me desplomo en medio de los témpanos que harán que me crezca pelo y vaya en busca de comida. Que me coma el leñador mientras la motosierra sigue andando y le robe la ropa y acalle la motosierra y la abrace y la bese. Y que mis labios se corten entre los dientes filosos que ya no hablan ni dicen nada, porque ahora me mira Ya sin ser motosierra ni tan filosamente dentada. Que me de cuenta que no sos una sierra y no cortás árboles. Pero lo hecho, hecho está y ahora soy un hombre, y no un maldito vegetal que ha callado sin poder decir nada. Con un abismo tan amplio que tal vez no se ha achicado pero que por lo menos deja que ese sonido se propague  y que me escuches. Que no tenga que escribir lo primero que se me viene a la mente.
Ya no quiero estar pendiente de nada. Que no tenga que escribir más sobre mí ni metaforizar mis pensamientos demacrados, ni filosofar inútilmente. ¡Qué mierda! al fin de cuentas ya tengo algo en cabeza; una chabeta.